Medusa y Perseo fantasean con estar juntos
quieren estar muertos
uno encima del otro.
Sin la intención de herirse
se arrojan al deseo
hipnotizados por la atracción mutua
que sólo pueden sentir los dioses rotos.
Y se crea el fuego
con el roce de sus huesos.
Y la vida tiene sentido
cuando ambos respiran el aliento del otro.
Y por primera vez el placer parece inofensivo.
En una era antigua Medusa y Perseo se amaron
durante 90 días y 90 noches.
Quienes escucharon la música de sus cuerpos
quedaron sordos.
La pasión de ambos
aún cabalga con locura dentro del bosque.
Perseo se alza glorioso
y se rinde ante los atributos de la diosa
de piel dorada.
Diablillos que se ocultan
y pegan sus lenguas bífidas
y petrificados alaban a la muerte.
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